12 de agosto de 2013

Ordenando cuarto y mente

Justo antes de venir a Alemania hice una limpieza de cuarto interesante. Aparecieron auténticos tesoros y reliquias de mis vidas pasadas. Es lo que tiene vivir más de 15 años en el mismo cuarto.

De hecho, ni siquiera recuerdo cómo era el cuarto de mi primera casa. Guardo, para bien o para mal, pocos recuerdos de mi infancia. Pero cada centímetro de mi cuarto me pertenece tanto como cada pizca de piel, y muestra más de mí que lo que se pueda leer en mis ojos.

Cada libro es un momento, cada adorno un recuerdo, cada prenda de ropa una historia mil veces contada. Cada caja un baúl de los recuerdos de aquellas cosas que nunca he querido ni intentado olvidar. Palabras que me duelen por más que las lea mil y una veces. Fotografías que me hacen sonreír como un idiota. Éxitos y fracasos de mi vida hasta hoy. 

Ese es mi cuarto, porque ese soy yo. Una sucesión inconexa de eventos e ideas, de experiencias y sentimientos. Y tanto como yo he ido cambiando, lo ha hecho mi cuarto conmigo. Algunas cosas han seguido invariables porque son los pocos símbolos que me hacen recordar cuando vivía con mi hermano. El resto han ido dando paso a otras nuevas, y se han ido extendiendo por la habitación hasta que prácticamente era mía por completo.

Pero entonces, al decidir dejar el nido, sentí la necesidad imperiosa de eliminar todo lo superfluo; vacíe el cuarto al igual que vacíe mi mente. Y he aprendido a vivir con lo que considero verdaderamente necesario y nada más. Sólo así soy capaz de valorar las cosas en su justa medida. Supongo que esta es mi nueva vida: saber lo que quiero y tenerlo al alcance, en lugar de no encontrarlo entre un universo de banalidades.

Creo que por fin estoy preparado para hacer limpieza de corazón...