19 de octubre de 2016

De giraplatos y aprieta botones

Releyendo el blog me he dado cuenta de que he posteado muy poco este año, pero también de que estoy muy orgulloso de cada uno de los posts. Y ése era el verdadero objetivo, el escribir sólo cuando lo necesitara o sientese.

De esa manera voy acumulando experiencias y vivencias que contar, que extrapolar, que situar en un contexto real o fictício, enriqueciendo el resultado final. Y así no tengo por qué rellenar con mierda los textos, que es lo que me acabó pasando en el blog antiguo. Al que no le guste, que le dé al Ctrl+F4 y listo (con Ctrl se cierra la ventana, con Alt el navegador. De nada).

También es cierto que últimamente la vida me sonríe bastante, así que tengo poca mierda que sacar. Y siempre he escrito como valvula de escape, no para decir a los 4 vientos lo bonita que es la vida, y subir de paso 63 fotos de morritos y paisajes idílicos al feisbuk y al ínstagram (nótese el acento tónico en la primera sílaba si se quiere ser cool).

El caso es que le debía un texto a alguien a quien le tengo mucho cariño a pesar de no haber compartido muchísimo tiempo o actividades juntos. No diré que me habría gustado compartir más cosas, por que así estamos bien, y como reza el dicho del buen ingeniero: "si funciona, no lo toques". Pero cada vez que lo veo una sonrisa asoma en mi rostro porque es alguien que destila alegría. Va por ti, maestro.
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De él siempre digo que cuando lo vi por primera vez me pareció un loco. Aparecía revolucionado en un grupo de hormonados adolescentes y era como echar pizza a una bañera llena de gremlins pasada la medianoche. 

Vale que tenía que ser el contrapunto de otro adulto, que era un poco gruñón, pero creo que hasta él mismo admitiría que se pasaba de frenada. Intenso. Definitivamente esa era la palabra, intenso. 

Bienintencionadamente nos transmitió muchisimos valores a pesar de su juventud y la dificultad de la tarea, porque he de confesar que no eramos fácil caldo de cultivo. A pesar de todo ello, formó parte (no diré importante porque tampoco es plan de venirse arriba y dedicarle el premio goya) de mi educación tanto deportiva como de cómo ser en la vida. Los años pasaron y le perdí la pista. Lugares comunes pero horarios distintos hicieron que pasara bastante tiempo sin saber de él. 

Apareció de nuevo tan de repente como la primera vez. No sabría decir con exactitud cuando, pero nuestros caminos se cruzaron en la universidad de nuevo y la diferencia de edad ya no era tan importante. O quizás sí lo era, pero no le dimos importancia. 

Aprendimos por separado pero a la vez que la vida es más perra de lo que nos habían contando, pero que si sabías darle la vuelta, no estaba tan mal después de todo. Refugios en medio de una tempestad constante de mierda. Todo lo que se puede hacer es seguir quedándose con las cosas buenas, como cuando terminas un proyecto o encuentras un trabajo que te guste, al menos durante un tiempo. O que se abra la puerta del ascensor y te encuentres con una cara conocida que hace tiempo que no veíais, y os pongáis al día en dos minutos. 

Todo se reduce a eso, a seguir teniendo unos ojos que brillan debajo de la coraza de acero. Reírse de todo lo que nos rodea, seguir siendo niños en cuerpos de adultos, en chats de noches en blanco, kalikeñeando a diario si nos dejan, o con una cerveza en la mano. 

Espero que leas este texto y te saque una sonrisa, 

Kelzo

22 de junio de 2016

Golf(o)

Ah, el noble arte del flirteo. O del ligoteo, que diría la chavalada. Mekameléaesapituki: y luego dicen que no vamos a peor...

El caso es que evidentemente es un juego de dos, pero por la parte que me corresponde suelo verlo como jugar un hoyo de golf.

Puedes hacer un golpe de salida perfecto y llegar al green en uno. Puedes hacer un golpe de mierda y tardar más en llegar, pero si insistes acabarás llegando también.

El problema es que independientemente de todo lo que te curres, de lo que hayas preparado el hoyo, hayas estudiado el green, el viento, la presión atmosférica y el árbol genealógico del jardinero, al final todo se reduce al último golpe.

El tiempo se para. El mundo se queda mudo por un instante. Sientes cada poro de tu piel. El latido de tu corazón retumba en tu cabeza mientras se acelera tanto que perderías las competiciones koreanas de no hacer nada . Y entonces te lanzas al vacío. Dejas que tu cuerpo actúe solo y en el último instante cierras los ojos porque no te atreves a verlo.

Y a veces se falla. Abres los ojos un instante antes de tiempo y ves cómo la bola hace una corbata-cobra y no entra en el hoyo. O te quedas corto porque faltó impulso. O le imprimiste demasiado ímpetu y se pasó de frenada. Y no queda otra si no aprender para la próxima vez.

Pero a veces, y sólo a veces y por eso precisamente valen la pena, todo encaja y el universo conspira para que a ese 90% se le añada el 10% restante. Y entonces merece la pena dejar de ser el caddie que tantas veces ha visto jugar a otros, para atreverse a coger los palos de nuevo años después de la última decepción.

Por que qué es la vida sino jugar desde que amanece hasta que los últimos rayos del sol se consumen y no hay tiempo para nada más antes de que nos engulla la noche.

26 de mayo de 2016

Componentes PC (parcialmente conectados)

Alguna vez ya he comentado que tengo un don, bastante inútil por cierto, gracias al cual encuentro canciones que describen a la perfección mi estado anímico. A veces suenan en la radio y mi mente hace un 'clic'. Otras veces, como hoy, simplemente me encuentro cantado una canción que tenía en la memoria. Precisamente esa, a la que en su día no le presté demasiada atención, aparece como por arte de magia. Con un piano, precisamente un piano, que tiene unos bajos que golpean como martillos pilones: rítmicos, precisos, demoledores.

Puede ser que acierten por la melodía, por la letra, o por ambas a la vez. El caso es que el otro día estuve en una situación bastante intensa, pero no reaccione en ese momento. No es que me quedara paralizado, sino que fue una sensación de llamar a alguien por teléfono, que dé tono, pero la persona al otro lado no lo descuelgue.No se muy bien cómo explicarlo, pero no es la primera vez que me pasa.

Siempre he pensado que la psique humana se da un aire a un ordenador. El procesador sería la parte racional de la mente, los recuerdos el disco duro, los oídos el micrófono, la voz los altavoces, etc. Para la parte emocional es más difícil encontrar la analogía, pero yo la comparo con la tarjeta gráfica. Funciona de manera parecida al procesador, pero la información que maneja es diferente.

De procesador nunca me he quejado, aunque a veces me haga overclocking y me quede un poco chamuscado. Y de gráfica creo que no tengo una de alta gama, pero funciona relativamente bien. Mi problema es que el cable que contecta ambos dispositivos es defectuoso. Vino mal de fábrica, y no he conseguido que me lo cambien. O quizás soy yo el que lo desconecta.

Por eso nunca consigo conectar los dos hemisferios. O lo hago a destiempo. O lo hago mal y uno le envía información errónea al otro. En particular el otro día debió de soltarse y directamente la gráfica no respondia. Así que cuando el procesador le llamó, sólo hubo silencio al otro lado.

Pero hoy el cable se ha reconectado y todo ese torrente de emociones ha venido de golpe. Inconscientemente, sin esperarlo. Ha aparecido sin tan siquiera saber que estaba ahí. Y todo ese silencio que llenó la ausencia de palabras el otro día se ha llenado con otra cosa. Inmaterial, irracional, pero que identifico con la siguiente canción.

Decían en la vida es bella que el silencio era aquel que desaparecía si le llamabas. Yo sólo sé que hay silencios cómplices y silencios incómodos; silencios a gritos y silencios monótonos; pausas dramáticas, oídos sordos. Yo sólo se que hay palabras que no dicen nada y silencios que lo dicen todo.


20 de mayo de 2016

Faraones, fanáticos y otras farándulas

Hoy hace justo una semana que llegaba a casa después de coger (entre otros) un El Cairo - Londres. Llegué igual que acabo de llegar hoy, pero bien podía haber no llegado. Todos los que nos montamos en aviones en ese viaje sabiamos lo que había.

El problema es que a veces olvidamos que eso es lo que hay siempre, a diario en nuestra vida cotidiana. Un conocido me comentaba hoy que "vaya suerte". Lo curioso es que acto seguido me comentaba que este año iba a correr el encierro, como todos los años, con la mejor de sus sonrisas y los ojos llenos de ilusión. 

Un accidente de tráfico, una visita al médico en la que te descubren un cancer terminal, un resbalón en la bañera. Y se acabó. A la muerte no hay que tenerle miedo, porque entonces viviriamos paralizados por el terror. Lo único que no hay que perderle es el respeto. 

Por eso, y aunque suene a gurú barato, aprovecha y vive la vida lo mejor que puedas. No voy a decir esa gilipollez de vive como si no fueses a estar mañana, porque entonces iríamos de un extremo al otro. Pero nunca dejes de ser consciente de que la parca nos vigila y sólo ella sabe cuando va a venir a saludarnos. Lo que quieras hacer hoy, lo que de verdad tengas ilusión por hacer, haz todo lo que esté en tu mano por conseguirlo. Quizás mañana no estés para tener otra oportunidad.

11 de marzo de 2016

Mujeres y hombres, sin viceversa

No me gustan las feminazis. No me gustan los anormales que les pegan a sus mujeres, o que se sienten superiores; o que las tratan como objetos. No me gusta la gilipollez lingüistica de moda de decir todos y todas. No me gustan las personas que se acercan a hablar a otro ser (hombre, mujer o animal) sin respeto.

Todos tenemos contradicciones. Grandes y pequeñas. Vivimos en una sociedad compleja, fruto de miles de años de evolución cívica, que además sigue inmersa en ese proceso a una velocidad que nunca había adquirido antes. Y esos milenios son transmitidos a las nuevas generaciones en cuestiones de años. En una educación express casi siempre transmitida priorizando intereses particulares. Es normal que tengamos contradicciones. La alternativa a eso sería que nos explotara la cabeza.

Somos la sociedad que abolió la esclavitud, pero la misma que siglos antes la creó. Que permitió a las mujeres votar, cuando al crear la democracia ni si quiera se planteó el incluirlas, porque no se consideraban ciudadanos. Ciudadanas, me dirá alguna, en su afán de llegar a una igualdad mal entendida. No se les consideró ciudadanos, con o, porque nunca se les consideró iguales a los hombres. Y al llamarlas ciudadanas, se les excluye del conjunto único, diferenciandolas de nuevo.

Y aún hoy en día hemos conseguido una igualdad sólo intermitente. No se trata de considerar iguales dos grupos. Se trata de considerar un único conjunto de seres humanos. Cada uno con sus particularidades de sexo, etnia y particularidades genéticas. Ojo, que la política y la religión no vienen de serie, esas nos las inculcan (aunque algunos nazcan reyes, debe ser algún gen específico), y de eso hablaremos otro día.

Y soy el primero al que le parece ridículo cuando una mujer se pone un vestido con cremallera en la espalda, porque no puede cerrarla sola. Pero también soy el primero que se derrite con la sensual idea de bajar esa misma cremallera. El problema es que como sociedad, vemos ese gesto como debilidad, y es justo todo lo contrario. Es la vuelta que le dieron las mujeres a ser consideradas objetos: tú me quitas el poder? tú me conviertes en una cosa? Preparate a una buena sesión de marketing y publicidad, porque vas a acabar perdiendo el culo por conseguirla.

Esos son los micromachismos que tenemos grabados a fuego, ellos y ellas (aquí sí hago distinción, para enfatizar). Y quitárnoslos es como dejar de fumar: sencillamente es una cosa que el común de los mortales no puede hacer de un día para otro.

Quién sabe. Quizás algún día consigamos sacar nuestra cabeza de nuestro propio culo y consigamos vivir todos en un mundo mejor: donde no haya niveles de pobreza y hambre que nos hagan retirar la mirada al mirarnos al espejo; donde podamos ser felices trabajando en algo que nos gusta, teniendo tiempo para conciliar; donde sepamos desprendernos de este capitalismo casposo que nos lastra como una lacra; donde por fin convivamos en paz.

Pero qué voy a saber yo de nada. Si sólo soy un retrógrado que sigue abriendo las puertas, disfrutando de las vistas de unas piernas bonitas, leyendo poemas y creyendo en un romanticismo medieval. Que sólo piensa en utopías. En macrogilipolleces.

29 de febrero de 2016

Ashes' girl

- EN SERIO?
- Como lo oyes. Era perfecta. P-e-r-f-e-c-ta.
- Pero,  cómo fue la cosa?
- No lo sé, no lo recuerdo bien. Había bebido mucho
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- El baboso aquel?
- Sí
- Qué dices tía, yo ni loca!
- Ya, ya, si yo pensaba igual, pero tenía un no se qué
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- Joder que si habías bebido, ibas como un atún
- Tú y tu puta manía de convocar al ciervo
- Será que vi Bambi de pequeño y me marcó
- Pues eso, me acerqué a ella en plan faker y le dije:
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- Un pestazo a alcohol, querrás decir
- Pues no era nada el pestazo para el aliento
- Peor me lo pones
- Pero es que fué tan gracioso lo que me dijo
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- "Qué hace un bar como éste orbitando alrededor de una chica como tú?"
- No.Me.Jodas.
- Cómo lo oyes.
- Y te mandó a la mierda, supongo
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- Sorprendeme.
- Pues si te digo la verdad, ni lo recuerdo.
- Alguna gilipollez fusilada de alguna peli. Lo peor es que se creerán originales.
- Pero no es lo que dijo. Si no cómo lo dijo. Le brillaban los ojos, tía.
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- Se rió. Como solo se puede reir una mujer que sabe que te va a robar el alma en los próximos 30 segundos.
- Nunca entenderé a las tías.
-Así te luce el pelo
- Y lo bien que vivo decidiendo yo lo que se ve en la tele?
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- En plan psicópata con sed de sangre?
- Qué tonta eres de verdad.
- Bueno, y luego qué?
- Pues ya sabes, el típico coqueteo. Una caída de pestañas, una sonrisa de flirteo...
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- Y lo sola, inmensa, vacía y triste que sientes tu cama por las noches?
- No estabamos hablando de mi.
- Pues eso. Sólo recuerdo que me quedé embobado mirando sus ojos. Eran oceanos insondables. Eran cantos de sirena llamandome a sus profundidades, para ahogarme. Lo peor es que era consciente de ello, pero no me importaba.
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- Cómo sabes manipularlos y jugar con ellos, perra.
- Jajajaja, pero con éste fue natural. Era muy mono, MUY mono tía.
- Y?
- Nada. No estoy buscando nada serio. Ya sabes que estoy mal con Marcos, pero de momento no le voy a dejar.
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- Que ñoñas eres tío.
- Cosas de leer a Becquer en bachiller.
- Bueno, y luego qué?
- Me acojoné tío. Me entro el canguelo y no supe que hacer. Era como el Titanic. Sabía que me hundía pero no podía hacer nada por evitarlo.
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- Cada mochuelo a su olivo?
- Me besó.
- Te besó?!?!?!
- Como hacía tiempo que no me besaban. Fue tan tierno como apasionado, tan dulce y tan sensual...
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- Te hiciste cacolas.
- Le comí la boca.
- LE COMISTE LA BOCA?
- Como lo oyes.
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- Y?
- Me asusté.
- Te metío mano o algo?
- Que va. Eso es lo peor. Sentí cómo me recorría un escalofrío, ese beso, ese momento, me atravesó el cuerpo y activó cada celula de mi piel.
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- Y???
- Y, qué?
- Que si hubo más tema
- Que va, cogió de repente y se fue.
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- Uy uy uy...
- Eso pensé yo. Balbuceé una exscusa rápida y me largue de ahí corriendo
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- Así, sin más?
- Sí
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- Y qué vas a hacer, tía?
- No lo sé
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- Y qué vas a hacer, tío?
- Buscarla
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- Buffff
- Calla, que encima perdí un zapato
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- Hombre, la ciudad es grande
- Lo sé
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- Un zapato? En la carrera?
-Sí. Encima eran nuevos.
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- Y cómo piensas encontrarla?
- No lo sé. Lo único que sé es que perdió este zapato de cristal...