30 de mayo de 2014

Canción de fuego

Su melena dorada ondea caprichosa al viento, como en una danza infantil al ritmo de una música que sólo oye ella. La melodía de fondo le es tan familiar como respirar, y aunque en otros tiempos habría bailado como una chiquilla, ahora su porte es regio. Su recuerdo ya no le trae felicidad, sólo nostalgia.

Una voz le hace salir de su ensueño, y Danaerys se gira para ver quién la llama. Últimamente se abstrae con demasiada frecuencia. Ella lo sabe, pero no puede hacer nada por evitarlo. Es demasiado difícil permanecer en la dura realidad.

A diario sueña con su castillo, que dejó atras en su tierra natal. Las altas torres que de niña le daban miedo, ahora no cesan de aparecer en su cabeza, como si pidieran su regreso de manera silenciosa. Ella sabe que debe volver para reclamar lo que es suyo, lo que por legítimo derecho le corresponde. Pero todavía no es el momento.

Mil veces ha deseado a lo largo de esta travesía por el Gran Desierto volver a su hogar, pero su deber se lo impide. Cada día se levanta en un paraje desolador cuya paleta de colores sólo alberga el negro de las cenizas, la tierra rojiza y la luz amarillenta del sol. No sabe cuando acabará su travesía, ni cuan lejos está del otro extremo de esta tierra yerma y seca, pero sólo puede caminar.

No está sola, pero ni un khalasar de un millon de dothrakis podrían remplazar el vacío que siente por la ausencia de su Kahl Drogo. Los primeros días aun lo sentía tan cerca, que podía notar sus carícias. Pero con el paso de los días su recuerdo se desvanece, y su calor se difumina como su rostro en la memoria.

- Khaleesi, estáis bien?

- Tranquilo Ser Jorah, no me pasa nada. 

Tras un gesto de preocupación, el enésimo, él se da media vuelta, y ella lo observa caminar de vuelta a su caballo. Se monta con la facilidad de un caballero, con la naturalidad de llevarlo en la sangre. Ella lo admira por su elegancia. A veces es demasiado paternalista, pero ella sabe que a veces es merecido pues se comporta como una cría. Quizás....

Sacude la cabeza como intentando ayudar a su mente a sacar esos pensamientos. En las últimas semanas le cuesta concentrarse. Nota el reveoloteo de sus dragones dentro de su cabeza, nota el aliento ardiente saliendo de sus bocas. El eterno dilema entre querer y poder, el deber y el honor heredados. El debate interno entre lo que le dijeron que tenía que ser, y lo que ella siente en sus entrañas. La lucha entre la razón y lo más profundo del corazón. 

A veces le gustaría no ser así, pero es su naturaleza. Ella es una Targaryen, y aunque a muchos no les guste, heredera legítima del trono. Aunque a veces no sea ortodoxa, ni tenga la clase que se le presupone, ella es fuego, y a veces arde descontrolada. Es por eso que sus enemigos le temen, y hacen bien.

Ya no es una niña. Ya no está asustada. Tiene claro su destino y los pasos que tiene que dar para llegar allí.

Con un suave gesto, todo el grupo se pone en marcha. Todavía queda mucho por andar...