27 de febrero de 2015

De historias robadas

Esta es prestada, pero la he encontrado guardada rebuscando entre textos antiguos. Y creo que ha pasado el tiempo suficiente para subirla.

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Ella estaba sentada frente a mí, sujetando entre sus manos una taza de té humeante que le empañaba los inmensos cristales de las gafas. Con su rostro infantil que siempre me hacía pensar que era una niña, aunque supiera que hacía mucho tiempo que ella había cambiado. Sólo las mangas subidas hasta la mitad de la palma le permitían asir la taza incandescente sin emplear el asa, que apuntaba hacia mí. El vapor hacía que las gafas se le deslizaran por su nariz a lo que inmeditamente le sucedía uno de sus tics favoritos: inclinaba la cabeza hacia delante, como para ocultar el rostro, y su índice derecho acariciaba la nariz desde la punta hasta recolocar el puente de las gafas en su sitio. Siempre me pareció que lo acompañana de un sonrisa furtiva, pero nunca pude comprobarlo. A continuación recogió un mechón rebelde de pelo rojizo que huía de su gorro gris de lana, y siguió hablándome:

Lo que me ha sorprendido es mirarme y encontrarme cicatrices, eso significa que has salido del cascarón y me gusta. El saber que a pesar de haber recibido golpes, he seguido aferrandome a mi decisión.

Me he dado cuenta que lo más importante es curarlas poco a poco, que precisamente en eso consiste vivir, en cicatrizar: s
i nunca has tenido una herida profunda es que no vives con la suficiente intensidad.
O vibración, llámale como quieras. No se por qué, pero en mi cerebro revolucionado, a ratos confuso, tras meses de convivir con la ansiedad, aprendí que hay que quererse a uno mismo para dar el primer paso hacia la felicidad.

Gracias a eso, a pesar de que suena egoísta y antes me habría sentido culpable, ahora lo veo todo mucho más claro. Increíblemente cerca, al alcance de mi mano.

Renunciar a compararte, aceptarte en cada momento presente, queriendote incondicionalmente y tratando de estar en calma.

Lograrás, a través de ese amor propio, que todo lo demás fluya: los besos de verdad, los abrazos de verdad, los buenos ratos...


...si no, estás perdido.
Y entonces volví a mirarla a los ojos, y observé como el último atisbo de inocencia pueril de sus ojos brillantes se desvanecía.