14 de septiembre de 2018

De mudanza

Veo cómo sacas tus últimas prendas de ropa del armario, mientras las metes en la enésima caja de cartón. Observo absorto, incapaz de hacer nada ante la dolorosa metáfora de lo que estás haciendo dentro de mí, dejándome tan vacío por dentro como ese armario que nunca fue suficiente para ti. Jamás pensé que tendría algo en común con un armario de dormitorio.

- Creo que ya está todo - dices mientras sueltas un suspiro de trabajo bien hecho

+ Vale - Es todo lo que alcanzo a decir

Miro cómo tus curvas describen una recta perfecta mientras atravisesas el pasillo, por última vez. Me encantaría que el pasillo fuese eterno y no acabase nunca.

- Quieres quedarte el ... - dices señalando algún objeto y diciendo un nombre que no llegará a mi consciente

Quiero que te quedes TÚ!, grito en mi mente tan fuerte que me duele la cabeza por no poder decirlo en alto

+ No, tranquila, llévatelo - como te llevas todo lo demás que hacia merecer la pena vivir en esta casa - ya compraré otro. Como si todo en la vida se pudiese reemplazar. Como si fuese a encontrar a otra chica como tú en una estantería de supermercado.

- Pues creo que ya está todo - dices mientras rehúyes mi mirada, con un deje de nerviosismo en tu voz y con ganas de que esto acabe cuanto antes

+ Quieres que te ayude a meterlo en el coche? - consigo decir mientras se me hace un nudo en la garganta y una presión que no sé de donde sale me oprime por dentro haciendo difícil hasta respirar

- No, tranquilo, puedo yo sola - Lo sé, no me necesitas y puedes vivir sin mí. Ya había captado el mensaje

Nos quedamos mirando a los ojos, ahora sí, mientras una caja de cartón, 20 centímetros y un abismo insalvable se interpone entre tú y yo. Como si con tu mente bloqueases mis brazos y mis intenciones de abrazarte, pero por si acaso montas una barricada.

- Bueno... adiós - y 180 grados tuyos son suficientes para que mi corazón dé un triple tirabuzón invertido

+ Adiós - conseguiré decir un minuto más tarde, cuando el hechizo de verte marcharte se rompa por fin y consiga articular una palabra. Aunque ya estés a 200 metros, aunque ya tenga que imaginarte en lugar de verte. Y apoyado en la puerta con la mirada de los mil metros, un autómata ocupará el lugar de mi cerebro, porque ya no tendré fuerzas para seguir adelante. Contemplaré cómo el robot cerrará la puerta e irá a una habitación imaginaria para coger la coraza.

Y de nuevo se la pondrá, y la volverá a apretar. Tan pesada como siempre, pero un poco más prieta esta vez, tan tensa que note cómo el corazón casi no puede latir, para que duela un poco menos, si es que eso es posible. Y me sentiré extrañamente en casa, con una vocecilla diciéndome al oído: "te lo dije, no te la tenías que haber quitado".

Y yo solo podré esbozar mi vieja sonrisa de lobo de mar y, mientras el agua salada vuelve a azotar mi rostro, solo podré responder: "y cómo no me la iba a quitar".