29 de noviembre de 2013

Después de la tormenta...

" El sudor resbaló por su frente, hasta deslizarse por la nariz. Al llegarle la primera gota a los labios, notó el sabor salado y ácido. Sabía a esfuerzo. Abrió la mano que sujetaba la espada, y un sonido metálico lo envolvió cuando el puño chocó contra el suelo. Se quitó la humedad con el dorso de la manga, y miró a su alrededor: las señales de la batalla reciente decoraban el paisaje como si de un lienzo se tratase.

El suelo estaba sembrado con los cadáveres de sus enemigos, a los que había vencido momentos antes. La Inseguridad lucía una herida mortal allí donde Orgullo, su espada, había hendido en la carne de la bestia. A pocos pasos el cuerpo inerte de la Timidez destacaba en su palidez con los ropajes rojizos de la Vergüenza.

Había sido una batalla larga, pero donde otros habían desistido mucho antes, él había conseguido llegar hasta el líder de las hordas enemigas. El mismo Miedo yacía a sus pies, inmóvil, tal y como había estado nuestro guerrero antes de liberarse de su hechizo. Lo contempló como si de un viejo amigo se tratase. Al fin yal cabo habían convivido juntos mucho tiempo. Demasiado tiempo. Se arrodilló y le cerró los ojos con delicadeza.

Se maldijo a sí mismo al contemplar el dantesco espectáculo. Él no quería haber llevado este juego de tronos por este camino. Él sólo quería haber seguido diseñando sus tierras, sin molestar a nadie. Creando un futuro próspero para él y los suyos. Pero los demás lo habían obligado a sumergirse en esta maldita guerra. La codicia de los señores regentes, las envidias malsanas de sus súbditos. Lacayos que reían y repetían como loros lo que sus señores decían. La pasividad de los hombres buenos.

Siguió caminando entre las columnas de humo negro que surgían de las maquinas de asedio, serpenteando en dirección al castillo. Por su cabeza cruzó la sombra de la duda al pasar bajo el arco de entrada. Él no había sabido protegerlos de la vorágine en la que se había convertido el mundo. Dirigió sus pasos a la torre del Homenaje, en el centro de la fortificacion. Era su deber y había fallado al haberlos involucrado. Comenzó a subir escalones.¿Había hecho lo correcto presentando batalla? ¿Debería haber hincado la rodilla en tierra como habían hecho los otros? Al llegar a la última planta, giró la cabeza y echó un último vistazo al paraje desolador a través de la ventana: ¿Qué otra opción le habían dejado?

Y de pronto oyó sonidos detrás de una puerta cerrada con llave. Estaba exhausto, agotado después de tanto tiempo luchando solo en una tierra inhóspita. Pero reuniendo sus últimas fuerzas, golpeó con fiereza la cerradura y ésta saltó por los aires. La puerta fue abriéndose lentamente a causa del impacto y la luz del sol empezó a filtrarse en la estancia sombría, iluminando los rostros de su Reina y sus dos príncipes. Y en su cara por fin, después de tanto tiempo, empezó a asomar una sonrisa..."

- A cenar!!! Ya seguirás jugando luego a la consola.

Salió de su ensimismamiento y el olor de la cena le inundó las fosas nasales con aromas exquisitos. Sonrío y dejó el mando encima de la mesa. Le gustaba el mando nuevo. Le gustaba su casa nueva. Qué coño: le gustaba su nueva vida.