24 de junio de 2013

De mariposas y tifones

"Suceso eventual que altera el orden regular de las cosas". Esa es la definición de accidente. Porque eso es lo que es un accidente: desorden, caos, cambio. Es el suceso que rompe la pauta, lo previsto. Lo que no podemos controlar. 

Normalmente lo asociamos a desgracias, pero no tiene por que ser así. Un día te levantas 10 minutos tarde, y al montarte en el siguiente autobús al que sueles coger habitualmente, conoces a la mujer de tu vida. Así, por accidente. 

Lo cierto es que estamos aquí por accidente. La tierra surgió por accidente, la vida surgió por accidente, y sí, que fuera ese y no cualquier otro espermatozoide el que fertilizase ese óvulo, también fue un accidente. De profilácticos perforados mejor ni hablo. 

Renegamos del caos sin saber que es tan importante o más que el orden. Sin el uno no existiría el otro, y sin sorpresas la vida sería una mierda. Asumámoslo. A mi el traidor de matrix nunca me cayó mal: yo también habría estado hastalapolla de saber que todo era mentira, de comer la mierda esa de puré y de tener a Trinity todo el día delante y no poder tirársela.

Pero precisamente por ser caos, a veces trae cosas malas. Muy malas. Un camión que vuelca en una rotonda y sega la vida de un matrimonio que iba de vacaciones. A veces las sorpresas también son una mierda. Pero no seamos hipócritas y echemos la culpa a los accidentes cuando no las tienen.

Cuando nos gobiernan psicópatas (porque eso es lo que son, no incompetentes), no es por accidente. Cuando una zona conocida como inundable se inunda, no es casualidad. Cuando no has estudiado y suspendes, no es azar. Cuando la chica que te gusta no te hace caso pero no haces nada por cambiarlo, no es mala suerte.

La vida solo te da dos cartas, pone la ciega y abre juego. El resto de la mano, y de la partida, la tenemos que jugar nosotros.

15 de junio de 2013

Cuando las palabras son lo de menos

El entró en la estancia y todo se tornó borroso y difuso cuando centró su mirada en ella. Su presencia llenaba la habitación y no debaja espacio para nada más, ni siquiera para él. Notó que le faltaba el aire y el aura que ella desprendía le oprimía los pulmones. Ella, levantando la vista de sus papeles, reparó en él y clavó su mirada felina. Él se sintió atravesado por una katana afilada.

-"Señor López, siéntese."

Tras la invitación y, reuniendo el poco coraje que le quedaba él, se acercó con paso dubitativo a la silla. Se sentó y notó cómo las manos le empezaban a sudar. Nunca se había sentado enfrente de una mujer tan guapa. Y mucho menos una mujer tan guapa que le hubiese hecho algo de caso. Sintió que ella seguía escrutándolo con la mirada, como si quisiera saber todo de su vida.

-"Veo en su currículum que es usted licenciado en Ingenería."

El empezó a hablar con la lengua temblando, lo que le hizo tartamudear. Vaya comienzo. Los siguientes minutos transcurrieron tan lentos, que a él le pareció que el tiempo se había detenido. No podía apartar la vista de esos ojos; esos ojos que habían visto atacar naves en llamas más allá de Orión. El nudo de la corbata le traspasó la piel y se instaló en su garganta. Cada respuesta era un paso más hacia el abismo. Todos esos momentos se perderían en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Era hora de morir.

Y entonces lo vió claro. Había perdido la oportunidad de seducir a esa mujer en los tres primeros segundos. En lo que había tardado en atravesar el umbral de la puerta y sentarse. Y por fin se sintió libre.

-"Efectivamente, he tardado algo más de lo habitual en terminar la carrera. Y es cierto que mi expediente no es especialmente brillante. Pero lo que me gustaría saber es si su empresa busca expedientes o personas que sepan llevar a cabo tareas. Y créame cuando le digo que no va a haber una tarea en esta empresa que no vaya a ser capaz de realizar si la practico durante dos semanas."

 Ella titubeó por un instante. Fue tan sólo una décima de segundo, pero todo su cuerpo se tensó y su expresión corporal la delató cuando se reclinó en su silla apenas un ápice. Un movimiento que habría pasado desapercibido a unos ojos poco atentos. Pero él estaba atento. Muy atento. Y por fin el miedo dejó de reflejarse en los ojos de ella para salirle de dentro del alma misma. 

Y cuando los ojos de él le devolvieron cual espejo ese miedo, y ella se dió cuenta de que él lo había notado, el miedo se convirtió en pánico. Pero ella no era una mujer fácil. No era sólo fachada. Con un movimiento grácil de mano se hiló la melena, y un cambio de cruce de piernas cicatrizó la compostura herida. 

Se miraron a los ojos, por fin de manera sincera. Él perfiló un esbozo de sonrisa. Ella sonrió por dentro de sus pupilas. 

Y entonces comenzaron a conocerse de veras.


5 de junio de 2013

De noches en blanco

Los franceses llaman nuit blanche a pasar la noche despierto. Ahora se utiliza para el concepto fiestero, pero imagino que el sentido original era pasar la noche en vela.

Para mí es lo que me pasa estos días. Me siento enfrente del ordenador y no se me ocurre nada que escribir (o al menos nada apropiado para el horario infantil). O me quedo tumbado en la cama mirando al techo, los ojos alechuzados. No son pensamientos tormentosos, ni el dolor emocional martilleando ecos de una vida pasada. Simplemente es la nada, la espera.

Es curiosa la vida; cómo a veces te oprime desde dentro, impeliendote a sacar fuera cosas que deseas dejar como están, a buen resguardo. Y justo después te sientes vacío. Como si descorchases una botella de champán.

Dicen que la vida es un tren, y que hay que cogerlo. Nunca me ha gustado esa metáfora. Un tren es lógico, constante, premeditado, con una trayectoria definida. Sin sorpresas. La vida es caos: un delicioso tormento de sucesiones inconexas. Es más como surfear.

Cuando la ola viene con fuerza, con empuje, hay que saber dominarla y mantener el equilibrio mientras nos desplaza. Pero una vez que ha pasado, es momento de remar tumbado sobre la tabla, disfrutando el sabor reciente de la adrenalina y del trabajo bien hecho, pero con la vista puesta en la siguiente ola.

Imagino que la clave está en eso. En ser capaz de remar y disfrutar a la vez. De sacarle el máximo provecho a los momentos intensos, pero también a los remansos de paz.

No sé, quizás sean reflexiones vacías, banales. Pero qué esperabais, si hoy es noche blanca...