20 de septiembre de 2019

Érase una vez el amor (III)

Bueno, ha costado pero vamos hoy con la tercera entrega de la trilogía. Poneos cómodos porque este va a ser largo.

El cerebro fue fácil y con la química me costó recopilar experiencias pero, amigo mío, el corazón es otra cosa. El corazón transciende y ponerle palabras a un sentimiento tan etéreo es complicado. Porque además es dual: el corazón incluye amor y querer, que son conceptos que entremezclamos. Siempre hablamos de amor de padre, pero un padre dice "te quiero", no "te amo". Y al revés, a la pareja en vez de "te amo", decimos habitualmente "te quiero", al menos en castellano.

Por qué es tan difícil diferenciarlos? Son lo mismo? Son opuestos? Son complementarios? La verdad es que no lo sé, pero dejemos de lado el considerar el amor como ente propio y centrémonos en el concepto global de querer. Qué canción podría servirnos de intro?

Una de las principales razones para haber tardado tanto es porque no encontraba con la canción adecuada, así que antes de ir con la definitiva vamos con las candidatas que fui descartando porque me parece importante contar cómo ha ido mutando el núcleo del post. Primero intenté aproximarme a través del punto de vista padres-hijos. Y ahí hay una canción que siempre ha sido un referente para mi:


La escuché en bucle un buen rato, y me di cuenta de que la melodía y la letra, además de tristeza, transmiten una idea: pérdida. Pero no sólo la pérdida del ser querido, si no la pérdida de oportunidades, de un futuro. En este caso acompañado del remordimiento de no haber aprovechado el tiempo que el destino les concedió, lo cual potencia aún más la emoción. Y es curioso porque esta interpretación nos acerca mucho al concepto de amor del 90% de las canciones de desamor: se acabó, me arrepiento y tengo que vivir con ello. Así que sí, hemos cogido el concepto de pérdida, pero hay que seguir buscando.

Entonces una persona me pasó el siguiente tema (sí, lo sé, BSB, pero al César lo que es del César):



Vale, hogar. La idea de que en casa como en ningún sitio. Nos vamos acercando. El hogar lo conforman las cosas que queremos, sí, me encaja. Pero... hay algo que todavía no. Si le sumamos la idea de pérdida... tiene sentido. Hogar es lo que se forma a través de la entrega, de dedicarle tiempo a las personas. También a las cosas, por eso nos sentimos tan a gusto en nuestras casas. De nuevo aparece una expresión con amor: "hacer lo que amas", generalmente referido al trabajo o a los hobbies.

Ya casi lo tenemos.... pero todavía no. Y entonces, en los créditos finales de una españolada que veo en Netflix, suena una canción de fondo así marchosa que he oído mil veces pero que nunca me había parado a escuchar: "safe and sound". La canción es romántica, de "estaré contigo hasta el día en que me muera" y no encaja, pero el concepto... (lo importante es el concepto que diría Manquiña)... no había otra canción con ese título? Y sí, por fin damos con la tecla. Pongo una versión que me gusta más que la de Taylor Swift, pero dentro intro:



Safe and sound: sano y salvo. Esa sensación de que aunque el mundo se vaya a la mierda alrededor, esta burbuja tiene sentido. Ese olor, ese calor, esa risa, ese tacto que nos hacen cerrar los ojos tranquilos, al menos por un ratito. Y la gente que consigue eso es la gente a la que queremos. Con la que bajamos las defensas, con las que nos sentimos seguros. Vale, a veces no todo es maravilloso y hay peleas, pero siempre merece la pena.

Por lo general, siempre damos, más o menos, pero todo el mundo da. La particularidad de la gente a la que quieres es que además de tu tiempo, o de cosas materiales, les das parte de tu corazón. Trocitos más grandes o más pequeños, pero entregas una parte de ti mismo. Evidentemente la otra persona también te da una parte del suyo, y todo es bonito y maravilloso. Hasta que a veces no. A veces, por alguna razón, las maneras de amar son incompatibles y YO no TE quiero como TÚ quieres/necesitas que YO TE quiera ni TÚ ME quieres como YO quiero/necesito que TÚ ME quieras. Podríamos entrar en este tema a fondo, pero creo que se entiende y el resto se lo dejo a cada cual, o a los psicólogos de cada cual. Sólo añadiré que en estos tristes casos entramos en el amor obsesivo que comentabamos en la entrega que comenzaba la trilogía. Corazón y pasión convergen pero la falta de afinidad racional... loquetusieeeeenteeeeeessellamaobsesioooooooon.

Y es una putada cuando una persona a la que le has dado parte de tu corazón desaparece de tu vida, bien porque se aleje, o bien porque desaparezca para siempre. Porque duele, joder si duele. Cuando entregas esa parte de ti es una felicidad enorme, pero cuando luego te la quitan o se la llevan duele como si te la arrancasen. Por eso no hay mayor dolor que perder a un hijo, porque no hay quien entregue más corazón que unos padres. Fusilando una frase que leí hace poco "somos de quien nos hace mejores sin cambiarnos". Y creo que esa es la clave que diferencia el querer puro del amor obsesivo. Cuando quieres lo mejor para la otra persona, sin importar si ese futuro te incluye... entonces es mierdadelabuena.

Afortunadamente el corazón es un órgano que se regenera, aunque muuuuy lentamente. Concretamente yo calculo que x0.5 de lo entregado. Por eso en las relaciones amorosas se suele decir que tiene que pasar la mitad del tiempo que has estado con alguien para volver a estar preparado para otra relación. Esto es a ojo de buen cubero, depende de cada uno y de cuanto se haya entregado al otro, por lo que no tiene por qué cumplirse a rajatabla.

Así que ya sabéis, experimentad, probad con pasiones físicas, con conexiones mentales, con amores de verano y rupturas de otoño, con polvos en baños de bares y con conversaciones mirandose a los ojos. Aprovechad de paso para aprender a quereros a vosotros mismos si no lo hacíais ya. Y entonces... entonces simplemente quedaos con quien os haga sentir en casa, sanos y salvos.