10 de marzo de 2017

rent-a-language

Casi 5 meses sin escribir. Y lo agusto que he estado? Nah, no negaré que tenía el gusanillo aunque lo cierto es que no tenía ni temas calientes ni tiempo para escribir.

Peeeero estuve hace un par de semanas de viaje en el extranjero, y me vino a la mente un pensamiento que tuve curiosamente cuando volví a Alemania un año después de marcharme. Es curioso porque durante el año en el que estuve viviendo allá, no reparé en ello. Y mira que otra cosa no, pero tiempo para pensar...

El caso es que hablar varios idiomas es una ventaja, eso está claro. Hablar en el mismo idioma que tu interlocutor facilita siempre el buen entendimiento. Si lo que buscas es un objetivo común.

He sufrido una transformación laboral en los últimos años que evidentemente me ha afectado en lo personal. Llevo muchos años trabajando, pero en mis inicios lo hacía desde un punto de vista de ingeniero, de solucionar problemas, de conseguir objetivos. Incluso cuando estuve en ventas, tratabamos de conseguir un beneficio para ambas partes, no vender a cualquier precio.

Lo que he descubierto en esta nueva etapa de gestión/negocio en la que estoy ahora, para mi tristeza, es que el mundo "de los mayores" se rige bajo otras normas. Porque en un mismo proyecto, los objetivos muchas veces no confluyen o pueden llegar a ser opuestos. Jamás antes en mi vida habría imaginado que a alguien le podría interesar no llegar a tiempo a un proyecto (y no solo inter-empresas, sino intraempresa).

Y eso te cambia, qué remedio. Así que cuando ahora voy a una reunión con gente de otros países, en lugar de intentar adaptarme a su lengua materna, me callo como una perra para ver si capto conversaciones que ellos creen privadas (algún día hablaré del concepto de inmunidad lingüistica), o les obligo a hablar un mal inglés para que no se sientan cómodos.

Y es que la manera de comportarse cambia según el idioma. No sólo según el idioma en sí, que también, si no según si es tu lengua materna, una aprendida, si te sientes cómodo hablando en ella, etc. Los primeros meses en los que viví en Alemania, pasé de ser una persona muy extrovertida a ser justo lo opuesto. Mi manera de relacionarme se basaba en tener conversaciones fluidas, ácidas, con respuestas rápidas. Y hablar en un idioma que apenas conocía no me permitia ser así. Cuando ya cogí algo de fluidez la gente se sorprendía por el cambio. Me resultó muy muy curioso.

Y a lo que iba, es que me vino a la cabeza una analogía automovilística: con nuestra lengua materna conducimos como si fuese nuestro coche por una carretera conocida, confiados. Con una lengua extranjera sin embargo es como un coche de alquiler. Vamos "de prestado" conduciendo con cuidado porque no estamos acostumbrados.

Y de la misma manera que somos cuidadosos con el lenguaje, somos cuidadosos en la manera de comportarnos con los demás. Por eso es tan importante poder decidir que coche quieres coger por la mañana.

Quizás es a eso a lo que se referían nuestros padres cuando nos instaban a aprender idiomas: no sólo a abrir puertas, sino a aprender que no nos las cerraran.