Preparando las cosas para la mudanza, y después de pelearme 2 horas antes de decidir que la vieja impresora que estaba en el sótano iba a estar mejor en la basura, he encontrado una imagen en papel que me cautivó desde el momento en el que la vi. Como tan solo pueden hacerlo los fenómenos naturales: un atardecer en una playa, las vistas desde la cumbre de una cordillera nevada, la mirada fugaz de una mujer inteligente...
Es una imagen que me acompañó en un momento de cambio y por eso le tengo cariño. Por eso y porque me fascina. Es una fotografía de una actriz, en blanco y negro. He buscado más fotografías de ella, pero esta foto tiene algo ... especial. Tanto que cuesta incluso reconocerla. El fotógrafo también supo verlo y por eso capturó este instante y no otro.
Ella tiene la mirada viva, de las que te atraviesan si osas mirarla. Esa sabiduría heredada a través de los genes y la historia. Desde Helena de Troya hasta Sofía Loren, pasando por Penélope, Cleopatra y tantas otras. Y la sonrisa. Esa sonrisa lobuna que dice todo y más. Esos labios que saben tanto de la vida como de la muerte. Ese semblante indescifrable que lo mismo precede a un mordisco de labio capaz de enajenar al más férreo espíritu, que a un gesto de desprecio sin parangón.
Es tal el impacto que me causó, que hoy al volver a verla después de 4 años he sido capaz de recordar el nombre de la actriz. No es especialmente famosa, ni ella ni la foto. La he buscado en google y no estaba. Eso la hace todavía un poco más única, más mía. Y he recordado que en su día le escribí - cómo no hacerlo - y he sonreído releyéndome mientras ella me contemplaba de la misma manera que lo hizo cuando escribí aquellas líneas. Como un recuerdo atemporal. Como la vida misma.
Ahora
por fin te he puesto rostro, y adornas la pared de mi cuarto. Eres una
actriz con nombre anónimo, pero me sirves para recordar lo que busco y
no hallo. Eres sin serlo, pero no siendo eres. Te echo de menos cada
día. Inútil trato de ocultarte entre rutinas idiotas y olvidarte en el
ahogo de urgencias inventadas. E imagino que apareces. Y me das forma.
Porque sin ti soy humo, agua, fuegos artificiales que se desvanecen tras
apenas un suspiro. Explosiones que ocultan el eco de un vacío.
Necesito
tu esencia, tu aliento para respirar y despertar un corazón adormecido,
apagado. Te necesito sin conocerte, necesito ese impulso eléctrico
recorriendo mi cuerpo como la savia recorre el tronco de un árbol viejo,
haciéndolo renacer. Necesito las palabras que gritan tus ojos, las que insinúa tu sonrisa pero tu boca calla; de la caricia
despreocupada de unos dedos que navegan perdidos en el mar de mi piel;
de la música de tu risa y del calor de tus entrañas. Te necesito para
aprender a llenarme el alma.
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