21 de mayo de 2013

1:30 AM

Me parece importante matizar la hora porque refleja muchas cosas. Refleja el volver a encontrarme con una parte de mí que hacía tiempo que estaba desaparecida. Apagada o fuera de cobertura. Tampoco es que me hubiese dado por llamarla o buscarla. Tampoco es que se haya preocupado en dar señales de vida.
Es la pantalla encendida en la habitación a oscuras. Es el parpadeo de algo que está dentro de mi mente. Algo que nunca duerme. Algo que no me deja dormir. No porque me quite el sueño, sino porque me hace resistirme a cerrar los ojos. Qué será será...

Curiosamente va de la mano con el hecho de escribir. Imagino que es la manera que tengo de sacar cosas que normalmente no quiero o no me dejo decir. La parte más reflexiva, más filosófica, menos racional de mi personalidad. La que simplemente deja fluir las emociones a través del teclear aparentemente aleatorio de estos dedos. La que espera a que el mundo duerma para gritar en silencio. Tal vez gritar no sea la palabra, porque no es un grito. Más bien es la que canta, la que baila cuando nadie mira. 

Hoy, una vez más, he sido consciente que el cosmos tiene una manera muy irónica de tejer todas las cosas, y de mantenerlas unidas con algo invisible y que no alcanzamos a comprender. Llámalo destino, azar, X, o "ya es casualidad que me pase a mi esto". Yo lo llamo saber permanecer callado y escuchar cuando el universo habla. Y no me pongo más metafísico que luego me echáis a los perros.

Casi nada bueno en esta vida sale a la primera. Pero todo lo bueno siempre merece una segunda oportunidad.

O eso al menos es en lo que he creído siempre.

Tomen asiento señores, la función va a continuar.

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